jueves, 5 de junio de 2014

Capítulo 33: La Última Cena

El Boca de Cristiano y el Newells de Messi peleaban el campeonato, pero la noticia para todos era el casi seguro descenso de River a falta de un par de fechas.

Admitámoslo, que Newells y Boca disputaran el campeonato era bastante común en esos tiempos, pero que River pudiera irse al descenso resultaba un acontecimiento único en más de un siglo de fútbol Argentino.
River era tapa de los diarios todos los días, de Lunes a Lunes. Boca y Newells apenas un recuadro a pie de página.

Incluso los hinchas de Boca, parecían más interesados en informarse sobre su clásico rival, que sobre su propio equipo. Era lógico, un campeonato más, prácticamente era insignificante para inclinar la balanza, en una discusión en la que cada parte esgrimía más de medio centenar de títulos (Entre torneos amateurs, profesionales, copas locales e internacionales y otros trofeos de validez dudosa), en cambio un descenso era una mancha negra, que por sí misma, podía ensombrecer al mejor de los curriculums para siempre.”Pero te fuiste al descenso” era la frase que los hinchas de Boca, imaginaban, les iba a permitir ganar cualquier discusión a futuro, hasta contra el mejor de los sofistas.

El posible descenso de River era el tema Nacional.  Tenía su propia canción  de Cumbia, había dado lugar a decenas de chistes (“A River le dicen conductor distraído, porque arranca en Segunda“), era el tema de conversación de gimnasios y oficinas, pero también era usado por intelectuales, para explicar la decadencia de un país, que alguna vez  había sido grande, La Presidenta, en Cadena Nacional, decía “Tenemos que tener mucho cuidado, para no perder las conquistas conseguidas, porque levantarse cuesta mucho, pero caer, caer, podes caer en un instante, por malas decisiones, como le está pasando a River”.

Ya nadie se acordaba de Iniesta, que tenía el alta médica y volvía a entrenar con sus compañeros. Hacía más de 10 fechas que no jugaba, ya nadie hablaba de él, a excepción de Messi y Mou cada tanto, con cierta malicia, pero ahora hasta el Portugués lo había olvidado y se dedicaba a criticar a Cristiano, por sus piscinazos y los a Árbitros por no cuidar tanto a Messi como al 7 de Boca y dejar que le peguen.

Iniesta por otra parte, parecía desilusionado, solo quería que terminara el Campeonato, aquella pesadilla, para poder replantearse su futuro en paz. Sabía que todo había terminado. Que su sueño, el sueño que tenía desde chico, había muerto. Parecía imposible que pudiera triunfar en River, seguramente sería vendido o se iría cedido a algún otro club luego del torneo, pero tampoco podía dar vuelta la página del todo, quedaban un par de fechas, 3 o 4 semanas, varios entrenamientos, entrevistas, conferencias de prensa y un posible descenso. Era como ir en colectivo, a la casa de una novia que vive lejos, a decirle que ya todo terminó. El viaje se hacía eterno y el miedo por lo que aún podía suceder le causaba angustia.

El deseo de Iniesta era poder regresar a España, pero Barcelona no podía afrontar su contrato, ni la prima por el préstamo o la venta que River iba a pedir. Se hablaba de Brasil, de México y hasta de un posible interés de Vélez, pero nada era seguro todo estaba en el aire.

Al representante de Iniesta, Alvaro, un Andaluz obeso, con aspecto de gitano vendedor de autos, se le hacía  agua la boca. La gente suele pensar que los jugadores más rentables, son los Messi, los Cristiano Ronaldo, los cracks, con largas carreras en un solo club, con extensos contratos, incluso de por vida. Error, para los representante son mucho más rentables los buenos jugadores, pero con carreras inestables, que cambian de club cada 1 o 2 años, generando nuevas ventas, firmando otros contratos, que a ellos le representan jugosas comisiones.

“Llámalo a Iniesta necesito hablar con él” le decía Álvaro a su menuda y rubia secretaria, mientras se frotaba sus dedos, grandes, gordos y grasosos como chorizos y repletos de anillos de oro.

“¿Cómo estas chaval?”, “Me ha llegado otra oferta”, “Te escucho triste, arriba ese ánimo, si te quiere todo el mundo”, “No sabes lo que es Río, sol, playa y unas mujeres, nada que ver con Buenos Aires”  “Y Acapulco lo mismo” “Pero bueno, tienes que decidir tú, yo no te quiero presionar, es tu futuro, yo solo te aconsejo”.

Iniesta, al que siempre le había incomodado recibir llamadas de su representante, hablar de porcentajes, de primas, de dinero, de pronto parecía disfrutar de estas charlas. Al menos alguien se acordaba de él, nadie del club (compañeros, cuerpo técnico, dirigente) parecía tener intención de contactarlo.

Andrés había comenzado a salir con nosotros. Tampoco es que se había desatado, venía a los boliches, pero prácticamente no tomaba alcohol y estaba poco tiempo, 1 o 2 horas y luego desaparecida. Nosotros decíamos que “tiraba la de humo”, como un Ninja, de pronto estaba con nosotros y al segundo lo habíamos perdido. No sabíamos porque se iba, para que, nunca nos contaba. Teníamos varias teorías, pero lo más probable es que se fuera a dormir, solo, a su departamento, después de haber cumplido con su presencia obligada. Siempre  le decíamos “Hoy no tires la de humo”, pero era inevitable, estaba en su naturaleza, él era el escorpión y nosotros la rana.

 A nosotros nos gustaba tenerlo cerca, desde el escándalo con Jesica era una celebridad, con él nos daban las mejores mesas, nos regalaban alcohol, conseguíamos mejores mujeres. Lo usábamos de carnada, si no sabíamos que hacer abordábamos a un grupo y le decíamos “¿Chicas, quieren venir a conocer a Iniesta?” y siempre resultaba.

De todos modos, tampoco salíamos todos los días, a veces simplemente íbamos a comer, como ese martes, a falta de un par de fechas para que terminara el campeonato.

Fuimos a un Bodegón Gallego por Avenida de Mayo que a Iniesta le encanta. Platos Españoles que parecían caseros, porciones generosas, precios accesibles. Los platos del día se anunciaban en cartulinas de colores, escritas con fibrones, pegadas en la pared, ni siquiera había que leer la carta.

Ni bien llegó la entrada de boquerones, aceitunas rellenas con morrones, queso manchego y Jamón Serrano, nos dimos cuenta  que en la otra punta del Bodegón había otro famoso del Mundo del Fútbol. Al ver que lo observábamos inmóviles, sin decir nada, el mozo curioso, se dio vuelta y luego se volvió hacia nosotros para confirmarlo “Si, es Guardiola, viene de vez en cuando”.

Guardiola era tal vez el mayor responsable del momento que vivía River, pero también uno de los pocos que podía salir a la calle, sin someterme al escarnio público. Había sido el gran héroe del tri campeonato y la Copa Libertadores en los 90’, el público todavía le tenía cariño y si bien, muchos por lo bajo opinaban que había que cambiarlo, nadie iba a atreverse a insultarlo en vos alta, al contrario, le pedían autógrafos.

Los dirigentes de River se arrepentían de no haberlo echado antes, ahora ya era tarde, nadie cambia de caballo en medio del río, ni tampoco se consiguen arcas en pleno diluvio.

Comenzamos a comer incómodos, no sabíamos si ir a saludarlo o no, Iniesta hacía tiempo que no hablaba con él. Decidimos seguir comiendo y olvidarnos. Tal vez él no nos había visto.

De pronto notamos que se levantaba, le decía algo a su joven y hermosa acompañante y venía caminando hacía nosotros.

Los 3, dejamos caer rápidamente los cubiertos, enderezamos nuestra espalda y pusimos las manos arriba de la mesa, luego de arreglarnos el pelo y nuestra ropa, como soldados, que aprestan a ser inspeccionados por su general. Al mismo tiempo tragábamos a toda velocidad, nerviosos, tratando de recibirlo con la boca vacía, por si teníamos que hablar.

“Hola Andrés, justo quería hablar con vos, ¿Tenes un momento?”.

Iraizoz  y yo comenzamos a levantarnos de nuestras sillas, como para dejarlos solos, pero él dijo que no era necesario y comenzó a hablar.

Es difícil explicarle, el respeto que transmitía Guardiola, aún en sus horas más bajas. Era un icono, era el Steve Jobs del Fútbol, era todo lo que siempre hubiéramos querido ser y nunca seríamos, un gran jugador de fútbol, un sex symbol, un bon vivant, un millonario, alguien con fama de intelectual, un poliglota, un referente estético. Los hombres lo envidiaban, las mujeres lo deseaban.

Todo lo que decía parecía genial, una verdad revelada, una frase digna de entrecomillar en Facebook y obtener no menos de 10 like.

Tenía mundo, cultura, se lo notaba experimentado, en todo, pero al mismo tiempo lucía más joven y el mejor estado que nosotros, que teníamos 15 años menos.

Todo en él era perfecto, sus trajes, su ropa, slim fit, siempre relucientes, parecían haber sido construidos, no ya a medida, sino sobre él, el calce era perfecto.

Sus camisas eran de un blanco inverosímil, blanco paraíso, miré mi remera y ya tenía una mancha de aceite, producto de una aceituna esquiva.

Su voz era lenta y penetrante, te intimidaba. Siempre digo que el día que se muera Morgan Freeman, Pep Guardiola tiene que ser Dios en todas y cada una de las películas que se hagan Hollywood. Así te hacía sentir él, como un ratón, que se cree libre, en medio de un experimento. Era místico, paternal, exigente, a veces cruel y a menudo genial.

Guardiola le dijo a Iniesta que se sentía identificado con él.  Que le hacía acordar a él cuando era joven. Que él también estaba desilusionado, deprimido, sin ganas de seguir. Que cuando empezó a dirigir, pensó que todo iba a ser más fácil, como cuando jugaba, que solo iba a tener que concentrarse en lo futbolístico, pero lo futbolístico terminó siendo lo menos importante. Que el 90 % de la energía se le iba en los dirigentes, en los periodistas, en los hinchas, en los representantes, en los sponsors y 10 % solo le quedaba para lo verdaderamente lo motivaba.

Por eso había tomado dos decisiones. La primera, abandonar River al final del campeonato, pasará lo que pasará, salvándolo del descenso o no, aunque le propusieran extender el contrato. Tal vez retirarse del fútbol, asesorar empresas, dar charlas motivacionales.

La segunda, la más importante, concentrarse durante estas fechas que quedaban 100 % en lo futbolístico, volver a las raíces, no prestarle más atención al entorno, no traicionarse a sí mismo al menos por dos partidos,   rescatar a  aquel entrenador que una vez llegó a River con grandes ideas, con grandes sueños y había quedado sepultado en una montaña de burocracia, consejos, sugerencias y a veces lisa y llanamente presiones.

Guardiola sabía que había actuado mal con Iniesta, que lo había puesto a jugar en posiciones incomodas, que le había dado menos oportunidades de las que se merecía, lo lamentaba, de verdad y le prometía, que si el también estaba con ánimo de revancha, de demostrarse a él mismo, no a los demás, todo sus condiciones, de reivindicar el talento y el fuego sagrado de ese chico que había venido de España, él le iba a dar la chance. Pero bueno, lo entendía también si ya no tenía más motivación y quería esperar a la próxima temporada. Que dependía de él.

Iraioz y yo estábamos al borde de las lágrimas. Era un discurso simple pero profundo, que hubiera hecho del más apático, de cualquier Kurt Cobain, un feroz Espartano. 

Nadie podía rechazar el desafío, Iniesta no lo hizo, sus parpados se hincharon de emoción, si cuando llegó a la Argentina Guardiola era su ídolo, ahora era algo más que su ídolo, era su Dios, un Dios con defectos, pero hecho a imagen y semejanza, un Dios Griego, un Dios por el que valía la pena morir.

La cena siguió con Guardiola en el centro de la escena. Abundaron los gritos, las bandejas de metal llenas de bollos de servilletas y aceites, las anécdotas, los chupitos de Grappa y Limoncello de cortesía. Fue una charla de amigos, se habló mucho fútbol, pero de fútbol juego, de jugadores, de tácticas, de partidos, no tanto de lo accesorio que tanto nos agobiaba, sobretodo a ellos dos. Yo no me podía quejar de lo accesorio, vivía de eso, pero los entendía, era un delear que no usaba su propia droga.

Al final, la chica que estaba con Guardiola y había quedado sola, vino a nuestra mesa con el sobretodo de Pep, cansada de estar esperando y se lo llevó, terminando así una cena hermosa, apasionante, de las mejores que recuerde.

“¿Viste lo que era la mina?”
“Este Pep es un genio”
“El Puto Amo”

3 comentarios:

  1. Si te fijas el título de este capítulo es irónico. La última cena es la cena de la traición y está cena sin embargo, que ojalá no sea la última, es la cena de la LEALTAD. Es por acá, es por acá, aunque Guardiola sea Steve Jobs.

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