martes, 3 de junio de 2014

Capítulo 32: La Faena

El día del Escándalo con Jesica significó también mi ruptura con Vicky. Nunca volvimos a hablar, aunque si a vernos, como ustedes ya conocen.

Yo sabía que Vicky no iba a tolerar una infidelidad y mucho menos pública y con alguien como Jesica, no podía perdonar eso. Al mismo tiempo, ella me había abandonado luego de la lesión, no me venía a ver, no se preocupa por saber como estaba, cada vez me llamaba menos por teléfono. Creo que fue lo mejor. El final era inminente e inevitable y de alguna manera puede irme con algo de dignidad. Vicky siempre había llevado las riendas de la relación, yo siempre había sido el novio bueno, obediente, pero con esa infidelidad fui yo el que terminé la relación, y ella la engañada, cuando el destino parecía marcar lo opuesto. 



Después del escándalo, Marcelo e Iraizoz no paraban de insistirme para que los acompañara en sus incursiones nocturnas. #IniestaAlDesnudo me había transformado en una especie de celebridad mediática. Ya no me conocía solo los chicos que cambiaban figuritas en los recreos o los adolescentes, que me sacaban del banco, para ponerme de titular en los partidos de PlayStation. Las amas de casa graduadas en Origami, las abuelas adictas a las telenovelas y por supuesto, las chicas que salían de noche buscando amor eterno o solamente un engaño pasajero, sabían quién era Iniesta. 

Las Discos nos daban las mejores mesas, nos bañaban de Champagne, las mujeres se nos tiraban encima. Éramos como Los Beatles, no los Beatles de la música, ni del fútbol, pero los Beatles de algo, tal vez de los penes pixelados.

Yo los acompañaba porque no tenía mucho que hacer, seguía lesionado y además sabía que me necesitaban,  sin mi ellos no eran ni Ringo, ni Pete Best, ni siquiera Mark Chapman.

Al principio les decía que no, me hacía rogar, seguía resentido porque ellos me habían involucrado en el escándalo de Jesica, pero enojarme con ellos era como enojarme con un chico, enseguida me insistían, me hacían un chiste y no podía decirles que no.

En la Disco estaba un rato, una, dos horas, a veces menos, hasta elegir una señorita que me gustara. Entonces salíamos, cada uno por su lado e íbamos en taxis separados, para despistar a los paparazzis, hasta el Faena.

Siempre tenía una habitación reservada en el Faena. El Faena era un hotel nuevo, de moda, que estaba en pleno Puerto Madero. Con Forma de Catedral Clásica y detalles de lujo, se decía que había sido construido por la mafia rusa y se usaba para lavar dinero proveniente en su mayoría del narcotráfico.

Generalmente pedía una habitación Premium, pero, y a pesar de que era el mejor cliente (tal vez el único), a veces me la daban, pero otras muchas no.

Me resultaba raro que no hubiera habitaciones Premium disponibles, ya que no veía otros huéspedes. Sospecho que no era muy querido allí, que a los Empleados mi aparición los incomodaba, mis pagos los obligaban a lavar más dinero aún, para sus demandantes patrones de Europa del Este, a parecer un hotel, también puertas adentro, todo por mi presencia inoportuna.

Lo cierto es que no quería llevar más a desconocidas a mi casa, ni tampoco ser visto caminando de la mano con nadie. Ese Hotel vacío, en una zona deshabitada de la Ciudad era perfecto para mis intenciones.

Una vez en El Faena también tenía una rutina. Me había dado cuenta que con Jesica la había sacado muy barata. Solo un par de fotos comprometidas era muy poco, podría haber sido víctima de un video, de un embarazo, hasta de una denuncia de violación. Nunca más iba a correr tantos riesgos.

Primero que nada le hacía pedir a la chica las llaves de la habitación, hablar con el conserje, como para que ante un eventual juicio, él pudiera atestiguar que no había ido allí drogada o a la fuerza.

Luego íbamos a la habitación y dejábamos los celulares en la caja fuerte, para que nada pudiera quedar registrado. Cada vez que recuerdo que usaba de contraseña 1105, mi cumpleaños, me agarra un ataque, era muy ingenuo, cualquier experto en seguridad lo hubiera adivinado en el primer interno.

Ya con los celulares en la caja fuerte comenzaba el amor. Después de cada coito yo iba a tirar el preservativo por el inodoro. Había escuchado de algunas chicas (incluso mucamas de hotel) que robaban preservativos de famosos para hacerse inseminar, no sabía si era un mito urbano o qué, pero de todos modos no me costaba nada ser precavido.

Generalmente nos quedábamos la habitación hasta el amanecer, entonces yo pedía el desayuno para la pieza. Era un desayuno americano completo, abundante, de esos que vienen con frutas y trozos de panceta fritos y panqueques y huevos. Yo, a pesar de que seguía siendo vegetariano, siempre tomaba un trozo de panceta, olía tan bien, no me podía contener.

La chica del día entonces, indefectiblemente, me decía "¿Vos no me dijiste anoche que eras vegetariano?"

Y los dos reíamos, yo con la boca llena, sin poder contestar y ella, quien fuera, extasiada, creyendo que habían hecho un chiste genial, una observación ingeniosa, pensando que habíamos compartido unos de esos momentos  iniciáticos cómplices de cualquier pareja, un situación  tipo "Cuando Harry Conoció a Sally".

No me pregunten porque, pero muchas veces aquello terminaba en mamada. Nunca tenía que pedirlo, simplemente se daba. Extrañaba las mamadas, Vicky era reticente a hacerlo, no es que se negaba, pero había que rogarle casi.

Luego de la mamada, nos bañábamos, llamaba al botones para que viniera a retirar los restos del desayuno, y mientras él juntaba los trastos, yo me apuraba para que nos fuéramos, y convertir a aquel empleado, en el último testigo que necesitaba, en el que podría señalar, ante cualquier tribunal, que no solo la chica había entrado sana y por propia voluntad, sino que había abandonado el Hotel de la misma manera.

En la cancha me decían el Cerebro, por mis pases entre líneas y mis centros certeros, pero el Sexo en Argentina sin peligro, eso sí era un verdadero desafío mental.

4 comentarios:

  1. Creo que este capítulo marca un poco la derrota cultural de Iniesta en Argentina. Iniesta cae en la lógica Capitalista y de oprimido se convierte en opresor, pasa de presa a cazador. Ojala me equivoque, Ojalá La Historia de Iniesta en Argentina no termine acá e Iniesta se redima, Ojalá como dice Silvio

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    1. No es el sistema, son los usuarios; en este caso los argentinos.
      Saludos.

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    2. Tenes razón nL, me gusta discutir con vos, pero los argentinos estamos cambiando, no te digo un nuevo hombre, pero cada vez somos más Nacionalistas y Latinoamericanos. Ojalá lo lleguemos a ver nosotros.

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  2. Ojalá! https://www.youtube.com/watch?v=u80ocuvZxmY

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