La noche que River descendió de categoría, fui con Iraizoz a Esperanto. No me sentía realmente de ánimo, quería llamar a Iniesta, pero estaba seguro que no me iba a atender y además era parte de mi trabajo, sabía que iba a estar lleno de jugadores, celebrando el campeonato, comenzando sus vacaciones, lo que podía ser una fuente de chismes y rumores interesante.
Además los futbolistas no tenían que entrenar a la mañana siguiente, ni competir a los 2 días, así que había cierto descontrol, el alcohol fluía, al igual que las confesiones. “Me voy a México la semana que viene” “Ya firmé” “Pedí que me vendan, al técnico no lo aguanto más” “No, con tal no se puede jugar, se cree dueño del equipo“ “Ojo, vos no digas nada”.