miércoles, 12 de marzo de 2014

Capítulo 1: Iniesta en España



Conocí a Iniesta a mediados del 2004. Había llegado a España a cubrir un partido del Barcelona y ya en el Aeropuerto la gente no paraba de hablarme de él. “Tiene que ver a Iniesta” me dijo el taxista que me llevó al hotel, “No me extrañaría que lo termine comprando El Boca” profetizó el botones del Hotel, “Este si va a triunfar en Argentina” me apostó un chico de no más de 7 años con la remera de Independiente nueva, que había salido a la venta hacía apenas 3 día. Pensé que exageraban. Lo mismo había escuchado antes de Casillas, de Xavi, de Villa y no habían cumplido con todo lo que auguraban. 

Casillas era titular en Racing, pero la gente lo resistía por un clásico perdido por culpa suya. Villa había empezado bien, haciendo muchos goles, pero luego de una sequía goleadora, ahora era suplente de Cavenaghi en River, Xavi había vuelto al fútbol español, al Tenerife, luego de un olvidable pasó por San Lorenzo, no se había acostumbrado a la dinámica del fútbol Argentino. Ninguno había triunfado, ¿Por qué Iniesta iba a ser distinto?



De todas formas me llamó la atención que toda esa gente, fanática seguramente del Barcelona, parecía más interesada en que Iniesta triunfará en Argentina, que en seguir disfrutándolo en su equipo. Les parecía más premio tener a un jugador surgido de su Club brillando en la Liga más importante del mundo, que los goles, las asistencias y los eventuales títulos que podía brindarles.

Eran la abnegada madre del país en guerra, desbastado, saludando en el Puerto al barco que se interna en altamar, con su Primogénito llevando todos los ahorros de la familia a una tierra tan prospera como lejana.

Llegué al Estadio temprano. El Nou Camp era impresionante, mucho mejor incluso que los Estadios Argentinos. Un Time Square de cuatro lados. Las pantallas luminosas y los Leds cubrían todo. La gente, más de 100.000 personas, iba de un lado para el otro, del Starbucks al Apple Store, del Apple Store al Pizza Hut, algunos incluso entraban a ver el partido.

Todo era un derroche de energía. Las luces, los asientos calefaccionados individualmente, los robots limpiadores que iban de un lado para el otro dejando el lugar inmaculado.  

España, la nueva potencia energética mundial, le mostraba al mundo su prosperidad, como antes habían hecho otras civilizaciones, con un edificación apabullante que impactaba al visitante tanto como El Partenon o San Pedro en su momento.

La exuberancia no quedaba confinada al Estadio, sino que se extendía a las calles aledañas, cada vez más. Si Angkor Wat había sido deglutido por la selva tras la decadencia del imperio local, está vez la edificación se tomaba revancha, devorando el paisaje local, las casas pintorescas de 1 o 2 plantas, los pequeños negocios de artesanías o comidas locales, con toneladas de hierro y vidrio y enormes carteleras.

Adentro del Nou Camp el contraste era enorme.  Se usaba aquel Estadio para jugar una Liga de Tercer Orden, de Juveniles sin Experiencia, que soñaban con irse a hacer la América y Veteranos consumidos, planificando su retiro. 

Los Espectáculos de Nivel los daban Los Rolling Stones, U2, Oasis o Coldplay en la semana,  La Liga Española ya no estaba a la altura, seguía por inercia, en decadencia, pero a nadie parecía interesarle demasiado. Era el refugio de viejos y de niños que habían nacido viejos, el resto de la gente miraba la Liga Argentina o Brasilera por TV, era como Los Toros, cuando Los Toros todavía eran algo.

Comenzó el partido. Mis ojos se posaron en Iniesta. Yo estaba escéptico, esperando ser defraudado. Me resistí, como una chica engañada, a creer en él en las primeras 3, 4, 5 jugadas, pero al final me enamoré. Aún teniendo en cuenta el bajo nivel del partido, aún admitiendo que no iba a ser tan fácil hacer lo mismo en una Liga de Primer Nivel, Iniesta si parecía un jugador distinto. Iba y venía, ponía pases entre líneas, pases bochinescos y enseguida bajaba para ayudar al cinco a recuperar la pelota, para poder volver a usarla lo antes posible de manera magistral y en beneficio del equipo. 

Era un genio, pero raro en los genios, era también generoso, prefería el pase a la gambeta, la asistencia al gol, el logro colectivo sobre el individual.

Era un genio, pero no un genio demasiado obvio como Messi o Cristiano Ronaldo, era un genio que uno podía amar, abrazar y sentir casi propio y no de la multitud. Iniesta no era Maradona, ni Jordan, ni los Beatles. Alguna vez escuché que Miles Davis comenzó tocando con Parker y Gillespi y al darse cuenta que jamás iba a poder tocar como ellos, tan rápido, inventó el Cool, un estilo donde predomina el ambiente, la armonía, por sobre la destreza individual. Miles Davis llegó entonces a ser El Charly Paker o El Gillespi, pero del Cool. Eso me pareció Iniesta, el Miles Davis del Fútbol, Maradona a otro ritmo.

El Barsa había empatado 1 a 1 con El Rayo Vallecano. Un mal resultado, resignaba el liderazgo de la Liga faltando pocas fechas. La gente se iba de la cancha apesadumbrada. Los viejos, mayoría, parecían encontrar en el traspié la excusa perfecta para quejarse y añorar viejas épocas. Los periodistas que estaban al lado mío me decían "Hoy no jugó muy bien Andrés, pero puede dar mucho más", vendiéndolo, pidiéndome que le de otra oportunidad, pero no era necesario, yo ya lo había comprado. Fui corriendo al túnel, la prensa se concentraba en los goleadores del partido Bojan y Tamudo, Iniesta se iba desapercibido por un costado, con la cabeza gacha, así que le grité "Andrés!". Iniesta levantó la vista, me miró y contestó "Marcelo". Hubo un silencio de unos segundos, hasta que él mismo venció su timidez y aclaró la situación, "Te conozco de Tribuna Caliente, a veces los veo por Youtube, soy muy fanático del Fútbol Argentino". 

Me dio un poco de vergüenza, no me sentía precisamente orgulloso de participar en ese programa que analizaba todo los domingos a la noche la fecha de Primera División recién jugada, con debates guionados subidos de tono y sobreactuados, informes amarillistas que eran operaciones de prensa de quien nos financiara esa emisión y datos de color sobre la vida privada de los futbolistas que nada tenían que ver con el deporte, pero eran una buena excusa para subir el rating mostrando mujeres desnudas. A Iniesta de todas formas parecía gustarle o algo así "La verdad que me hacen reír mucho Los Argentinos". De repente, el cliente de mi buffet de abogados me reconocía como la stripper de antaño, pero lejos de enojarse o sorprenderse me elogiaba el portaligas. Estaba avergonzado. Le dije que le quería hacer una nota y me invitó a que vaya a su casa para hablar más tranquilos. Sentí que el también deseaba entrevistarme, interrogarme, hacerme algunas preguntas. Además posiblemente quisiera hacer buenas migas, su sueño era jugar en Argentina o en Brasil y sabía que un medio tan importante como el mío podía servirle de trampolín y porque no, de pista de aterrizaje.

14 comentarios:

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    1. No soy El Beduino, pero gracias igual. Abrazo de Gol.

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  2. que fumaste?. Yo también quiero un poco de eso.

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  3. Buena Beduuuuu, te pregunto algo del Avatar que no me cierra, esta el gordo Palacios que es el que cuenta la historia, Iniesta, Guardiola, Mou, Messi, unas botineras muy lindas, lo que no entiendo es que hace el Gran Tomas Brolin. Es parte de la historia querido? Me vuelvo loco!!!!!!!!

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  4. Tu crees que engañas a alguien? todo mentira, no hay ninguna historia de Iniesta en Argentina

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  5. Muy bueno en serio ! ... Ficción aparte, no creo haber leído una descripción del Cerebro tan exacta, tan aplicable a la realidad, como la tuya. Ni siquiera de los periodistas "pro" de estos días.

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    1. Gracias loco, estas cosas dan ganas de seguir. Espero que te gusten los próximos capítulos.

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  6. Te lo he dicho miles de veces en los fotos pero parece que no escuchas. BASTA DE SPAM!!!!!!!!!!!!!!!! Dejame leer los diarios tranquilos sin tu BASURA ARGENTINA

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  7. que haces con tu vida tio, me haces mucha gracia, argentina ya tiene la mejor seleccion del mundo, dejanos a nuestra liga que es la mejor xd

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    1. Es que ultimamente tengo mucho tiempo libre y no me pude contener

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